Como en todo proceso electoral, ahora, una de las discusiones gira en torno al cambio o defensa del modelo económico peruano. De un lado, se afirma que este modelo instaurado en los 90 debe ser defendido a toda costa por el gran crecimiento que generó. En el otro lado, se exige un cambio total debido a las injusticias y a la pobreza que aún existe en el país. ¿Cuál posición es la correcta?
Por Germán Vega. 03 mayo, 2021.Como en todo proceso electoral, ahora, una de las discusiones gira en torno al cambio o defensa del modelo económico peruano. De un lado, se afirma que este modelo instaurado en los 90 debe ser defendido a toda costa por el gran crecimiento que generó. En el otro lado, se exige un cambio total debido a las injusticias y a la pobreza que aún existe en el país. ¿Cuál posición es la correcta?
A mi parecer, es imposible negar las cosas positivas que han generado las reformas de los 90. No importa si usamos como indicador el PBI, el PBI per cápita, el GINI (desigualdad) o el Índice de Desarrollo Humano (IDH), siempre vamos a observar una mejora.
Sin embargo, tampoco podemos quedarnos en revisiones tan generales que ignoran por completo las diferentes realidades de nuestro país. Por ejemplo, tal como han estimado Augusto y Ganoza (2021), la diferencia entre el IDH de Lima con el de Huancavelica es proporcionalmente igual a la diferencia entre el IDH de Noruega y el de Haití. Además, tenemos la pandemia que ha vuelto más visibles todas estas diferencias.
Algunos acérrimos defensores del modelo peruano sostienen la idea de que la pobreza se debe a la falta de esfuerzo. Si esa afirmación fuera cierta, el desarrollo potencial de cualquier peruano debería ser similar. Pero, basta con dar una mirada a las estadísticas de salud, educación, servicios de luz y agua para descartarla.
Por ello, en el Perú y en todo el mundo, las condiciones de algunas personas son tan bajas que es muy difícil que salgan de ese nivel socioeconómico, a pesar de todo el esfuerzo que pongan de su parte. De ahí el término “trampas de pobreza”. Las oportunidades a las que accedemos son diferentes.
Por lo tanto, las dos posiciones son legítimas. Pero, lo que sí sería un error es pensar que la solución es exclusiva de alguna de ellas. Es decir, ni afirmar que todo es perfecto ni ignorar lo avanzando y saltar al vacío.
La solución pasa por una conciliación entre ambas. El libre mercado ha generado muchos beneficios para el país. El paso siguiente es llevar este libre mercado a todos. Que las oportunidades sean accesibles para todos y que de verdad sea el esfuerzo de cada uno el que defina los resultados.
Hoy, pareciese que tenemos un mercantilismo en el cual cada uno hace lo que quiere. Necesitamos un Estado que brinde soporte al libre mercado y proponga soluciones viables a sus fallas; un sector privado abierto a la competencia y que sea cada vez más productivo. Luego de estos ajustes, ahora sí el modelo brindará oportunidades para todos.
Este es un artículo de opinión. Las ideas y opiniones expresadas aquí son de responsabilidad del autor.